Un dia un company em va explicar que a la seva classe el seu professor de castellà de batxillerat els va proposar fer una redacció a partir d’aquest títol tan musical. A veure que són capaces d’escriure les meves mans.
Era una tarde fría de Diciembre, la calle hervía de movimiento de compras navideñas. Arturo veía que su casa, si querida esquina, era arrasada por los encargados de la limpieza, la calle tenia que estar impoluta para que los afamados consumidores no se sintieran mal al despilfarrar envueltos de la máxima miseria. Los días avanzaban y las escobas limpiaban sin parar los cartones de su casa. Él buscaba de nuevo, creaba de nuevo, pero ante la fuerza de esos barrenderos no tenía opción, cada mañana se encontraba con la destrucción.
Cansado de reconstruir, de andar buscando siempre las mejores paredes, Arturo huyó hacia otros barrios menos comerciales; mas eso era un problema, ya que sus pocos ingressos disminuyeron al trasladarse a un barrio obrero. Pero la cosa no havia terminado aún, sus enemigos volvieron a aparecer armados con coches escoba, capaces de destruir en media hora aquello que antes tardaban dos. Arturo veía impresionado como el poder de esa máquina de destrucción era capaz de dejar impoluto su nueva esquina. Ya no sabia que hacer, como luchar con sus manos ante tales artefactos.
Ya desesperado se dijo a sí mismo:
-Si yo tuviera una escoba… si yo tuviera una escoba seguro que podria, al menos, enfrentarme cara a cara a estos imperialistas de la limpieza sin miedo a perder. Pero,¿de donde las deben sacar?
El resto de su vida viajó por todo el país buscando el inventor de tal artefacto. Un buen día llegó a un pueblo perdido en la vieja Castilla, allí visitó el museo de la escoba y leyó toda la información sobre el autor… ante su asombro vió en una fotografía que era él, Arturo Diaz Fernández. El texto decía así:
Tras su descubrimiento, Arturo cayó en una locura que le llevó a desaparecer del mapa. Se cuenta que cayó por un precipicio y que después de eso tan solo recordaba su nombre.
…
Perplejo, atónito, corrió hacia la salida lleno de locura, impresionado de saber que aquello que le havia echado de su preciosa esquina no era más que un invento suyo. Se dice que murió, otros que volvió a su barrio a luchar contra los barrenderos con una arma aún más potente; a otros simplemente les da igual lo que pasara.